sábado, xaneiro 28, 2012

El alma de los Niños Pintores se despide de Arousa
Cuando todavía no se prodigaban las actividades extraescolares ni las academias, Roberto Martínez Estanga colocaba ya el pincel en las manos de docenas de niños. Primero desde As Sinas (Vilanova) y después desde Vilagarcía, al amparo de la Escuela de los Niños Pintores de Arousa. Fueron veinticinco años a los que ahora pone fin porque Estanga vuelve a su tierra: Venezuela. Aquí deja un legado personal y artístico que especialmente sus alumnos no olvidarán. Siete de sus discípulas más destacadas lograron licenciarse en Bellas Artes, lo cual representa para él un motivo de orgullo, pero Estanga también se va muy satisfecho por el hecho de haber introducido a más de medio millar de chavales, según sus cuentas, en el arte de la pintura. «Me siento orgulloso de haber dedicado una parte de mi vida a Galicia y a Vilagarcía de Arousa en particular», señala el veterano artista.

El legado
Desde su escuela promovió diversos intercambios culturales nacionales y culturales que le llevaron hasta la antigua Unión Soviética. Allí, los Niños Pintores conocieron el trabajo de la escuela infantil de Rostov del Don -que devolvería después la visita- y expusieron su particular visión de Valle-Inclán. Los alumnos realizaron también un tramo del Camino de Santiago y pintaron un gran mural en la plaza del Obradoiro. Pero la labor de Estanga no solo se circunscribió a su querida escuela. En estos años también dio clases en colegios y centros culturales de O Grove, San Miguel de Deiro, Rubiáns, Guillán y los Filipenses de Vilagarcía, donde dejó una huella importante. Prueba de ello es la ventana abierta hace dos años en Facebook por una ex alumna y pintora, Marta Rial Martazul, que pretendía así rendirle su particular homenaje al que fuera maestro de ella y de otros muchos. Lo que son las cosas. Hoy, Marta es profesora y está creando su propia escuela junto a su marido el pintor mexicano Augusto Metzhil.
De regreso a Venezuela
Roberto Martínez recogía ayer los bártulos del piso en el que reside en el centro de Vilagarcía para trasladarse, primero a Caracas y después, a la isla Margarita, donde pasó parte de su juventud inmortalizando al célebre poeta Luis Mariano Rivera. Pero en sus años mozos, su país le quedaba pequeño y decidió ampliar horizontes. Emprendió un periplo que le llevó a Estados Unidos y después a Europa, donde recorrió las principales plazas de la bohemia artística: París, Londres, Venencia, Roma, Múnich y Madrid. Allí, en la capital de España, deja como legado El baile de la borriquita dentro de la colección de pintura hispanoamericana. En 1980 viajó a A Coruña y de ahí recaló en Arousa, de donde ya no se marchó. Ahora inicia una nueva etapa en su tierra, donde prevé retomar su carrera artística y reencontrarse con su familia y sus recuerdos.

Bea Costa, La Voz De Galicia

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