Cientos de familiares y amigos dieron el último adiós a la Grande de España en la Iglesia Parroquial Santa María de Rubiáns y el sepelio -a petición de la propia Marquesa- fue más íntimo y familiar en la que ha sido la residencia familiar hasta los últimos días de su vida, el Pazo que tanto amó y cuidó, especialmente sus jardines, donde hay algunas especies que están incluidas en el Catálogo de Arboles Monumentales de Galicia.
España
Los círculos sociales de toda España han sentido la pérdida de la poseedora de uno de los títulos nobiliarios más importantes del Estado. Por esa razón se han desplazado a Rubiáns desde todos los puntos de la península para dar el último adiós a la que ha sido -y será recordada como tal- la "señora de las camelias".
Un último adiós que su nieto Gonzalo y su hija Beatriz han sentido con especial dolor, a juzgar por las caras de pena que mostraron durante toda la ceremonia religiosa y a su salida.
Asistentes
Entre los asistentes al funeral de la Marquesa Viúda de Aranda se encuentran sus hijos, nietos y bisnietos, además de un amplio número de personas de la alta sociedad vilagarciana. Entre ellos cabe destacar a la familia Fontán, de Rubiáns; los Carrasco, entre los que estaba el ex alcalde de Vilagarcía Enrique León; los Trillo, encabezados por el Marqués de Santa Cruz de Ribadulla; los Martínez Esparza, del Pazo de A Golpilleira; la familia Sánchez de Diego Fernández de la Riba, del Pazo de Vista Alegre, y muchos otros.
Quien también mostró su más sentido pésame a la familia Ozores fue Pedro Piñeiro, presidente del Club de Regatas de Vilagarcía de Arousa y muy buen amigo de la difunta Marquesa.
Piñeiro afirma que el funeral ha sido "muy emotivo" y que, "de no ser porque no estamos en la época de las camelias, hubiera recibido muchas como muestra de cariño".
Considera que Dolores Urcola supo llevar la Casa de Rubiáns con "mucha dignidad" y que "su muestra de saber estar será heredada por Paloma Rey, mujer de su nieto Gonzalo; una gran señora".
La sonrisa de la Marquesa ya no alegrará el Pazo de Rubiáns, sus ganas de vivir no serán contagiadas un día más a sus allegados y los camelios de sus jardines no volverán a tener ese especial cuidado que siempre les proporcionó, pero su recuerdo estará siempre en la memoria de todos esos amigos que se han mostrado dolidos con su pérdida, que han llorado su muerte y que hoy sienten su ausencia.
(Fuente: Lidia Vidal, Faro De Vigo)
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